La verdad es que no entiendo nada.

Tras el auge de las redes sociales y lo que en ellas se refleja de mi vida, sin que yo mismo lo entienda, me di cuenta que tengo varias personalidades o carezco totalmente de alguna. Bienvenidos a la verdadera historia, relatada por letras que yo mismo he decidido poner juntas para lograr que el mensaje llegue con claridad a quienes decidan seguirme. Un poco de humor, realidad, poesía y cuento. Aclaro desde ya que no se si quien escribe es mi verdadero yo o un demonio que decidió emerger a traves de un blog.

Soy el resultado de acción sin reacción, mi causa es difusa.

Pablo Roberto García.

lunes, 31 de enero de 2011

Me llaman el "mata moscas"

Yo crecí escuchando cuentos, en mi familia, tanto paterna como materna, son muchos los que son capaces de atraparte con un relato, a cada historia le aportan un toque de mágia increible que simplemente te aleja de cualquier distracción posible. Es inevitable recordar los cuéntos de mis tíos Armando, Félix, Gonzalo, Memo, los cuentos de mi papá, de mis abuelas Itatita e Itali, de mi abuelo Feo, los chistes malos de los Martinez y el intento por hacer chistes peores de mi hermano Juan Andrés.

Son muchas las historias, "Destrui la casa buscando un tesoro", "Los caimanes del río Güaire" son dos de los más famósos de mi tío Armando, "La Samurai de Andrés" de mi tío Gonzalo, "Le gané una chaqueta a Galarraga" de mi tío Felix, "El escape del manicomio" de mi abuelo Feo, pero sin duda alguna, el que a mi me marcó de por vida, es un cuento que echa mi abuela en el que relata como su mamá, mi bisabuela, corto a una mosca en dos con una tijera. El relato cuenta que mi bisabuela se encontraba en compañía de su hija, cosiendo un hermoso vestido. Entre retazos, hilos y tijeras, una mosca sigilosa se encontró con la muerte al atravesar el filo de la herramienta en el preciso momento en que ambas cuchillas se cerraron y dieron por terminada la vida de esta inocente mosca, la había picado en dos.

Incrédulo y boqui abierto crecí imaginando a esa mujer como una guerrera samuari con la habilidad y precisión suficiente como para partir una mosca en dos, algo asombroso. En oportunidades me repetía a mi mismo, si no matas a una mosca de una forma loca, no eres nadie, o al menos no eres ni la mitad de lo que fue mi bisabuela.

Un día, el rumbo de mi vida me cruzó con una situación que me permitiría emular tan asombrosa hazaña, fue un verano en las instalaciones de Poseidón Tubelite, C.A, ubicada en un galpón en Petare, a la edad de 15 años, trabajando para dicha compañía, en compañía de mi hermano Juan Andrés. No podía creer lo que en mi horizonte estaba viendo, ubicada a unos 4 metros, estaba postrada sobre la maquina fotocopiadora, una mosca, ella estaba muy tranquila, nunca imaginó que en su futuro inminente había un niño con semejante pensamiento retorcido y aberrado. A pesar de sentir que no lo lograría, que jamás podría llegar a los talones de mi bisabuela, decidí actuar en pro de un instinto loco que me pedía a gritos que lo intentara. Le hice señas a Juan Andrés, le pedi que se quedara tranquilo y tomé una liga, con una delicadeza impresionante, tiré de la liga hacia atras hasta que la tensión en ella fuera suficiente para causar un impacto mortal, en mi mente habia un solo objetivo, asesinar a esa mosca, luego de realizar el enfoque, calculando el factor velocidad y la distancia, solte de la liga... todo pasó muy rápido, pero en mi mente lo tengo en camara lenta.

En la pared el cuerpo aplastado de una mosca abandonada por la suerte y en mi la satisfacción del deber cumplido, había matado una mosca con un ligazo, descansa en paz, mosquita muerta.


Pablo Roberto
Sr. García

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