El camino inevitable que recorro entre dos mundos se convierte en un laberinto eterno de sonrisas misteriosas y llantos de alegría infinita. Sucediéndose mi vida evoluciono y crezco, he tocado el cielo un par de veces y he nadado en fuego otro par de veces más.
Cada extremo me golpea y me mantiene en el punto medio entre mi cielo y mi tierra, haciéndome sentir volando sin elevar los pies. Mi vista se ha perdido en la magia de sus ojos y por momentos siento que yo mismo no soy quien he creído ser siempre, estaba soñando.
La sutileza de un paso entre un punto y otro representa una distancia incalculable en mi constante superación, una estrella en mis manos y una siesta en la luna de su cuerpo.
A veces siento frío cuando el sol se apodera de mi, pues entre tantas multitudes mi mejor amiga se llama soledad; mis palabras van al aire y la corriente las hace llegar a la inmensidad de un alma que demanda compañía y mientras mi vida me hace caminar por un rumbo indefinido, el terreno que someto a mis pisadas conoce que mi único destino es ella.
Pablo Roberto
Sr. García
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